martes, 24 de junio de 2008

Les coses de Nachín de Llanes (y 4)

- ¡Artrósis! -le dije a Lur cuando le dejaron pasar a la sala de post-operatorio. - ¿Y el menisco? -me preguntó. - Tan campante. La habitación tenía tres camas separadas por sendos cortinajes. Yo, como había llegado el primero, ocupaba la que estaba junto a la ventana. Me toqué todo lo que alcanzaba a tocar de cintura para abajo. ¡Qué sensación! me pareció ser una masa informe que se desparramaba y que, por supuesto, no tenía ninguna sensibilidad. Como un ballenato varado en la arena. Tenía unas enormes ganas de fumar. - Bájate a tomar un café -le dije a Lur una vez narrada mi experiencia en el quirófano- y así cierro un poco los ojos y descanso. Me hizo caso, y en cuanto desapareció por la puerta examiné la situación: Ya han traído a mis dos compañeros que reposan tras las cortinas. Estoy junto a la ventana. Nadie me ve, nadie se fija en mí. Puedo encender un cigarrín, darle un par de caladas, apagarlo contra las losetas del suelo y aquí no ha pasado nada. Bien -pensé-, manos a la obra. Joder, la cazadora la tengo en el puto vestuario. Vuelvo a rescostarme y cierro los güeyos. Nada más subir Lur se lo cuento y me fulmina con la mirada. En el fondo le hará gracia -pienso. Al rato entra el doctor y me cuenta otra vez todo eso de la artrósis. ¿Y el menisco? -le pregunto. -Eres un chavalín -me dice-, tienes las rodillas mejor que yo. No acierto a preguntarle a ver entonces porqué me ha operado. - Tienes que estar aquí hasta que se te despierte el cuerpo -me dice-. Mientras no orines no sales de aquí. Es posible que te orines encima sin querer. Luego vuelvo. Inmediatamente me llevo la mano a la entrepierna y suspiro aliviado al ver que no me he meado. Suena un pedo largo cerca de mi. Le miro a Lur extrañado, pues creo que yo no he sido y ella se parte de risa. Has sido tú -me dice maquiavélica. Una enfermera entra y sale, y me dice todo el rato que no mueva la mano del suero, que si la muevo no me entrará en la vena. Esto es parafernalia médica -le comento a Lur. Empiezo a notar un cosquilleo en los pies. Bien, el final está cerca. Me toco la entrepierna y sigo sin notar nada. Me subo la sábana y miro: Todo en su sitio y sin mearme. Se me está haciendo muy largo. Constantemente muevo los pies y me pellizco las piernas como queriendo acelerar el proceso. - ¿Y si pego dos caladinas, sólo dos? -le pregunto sin ninguna esperanza a Lur. - ¿Tu estás loco? Una hora más tarde ya muevo las piernas y me noto el pajarito. El culo no, el culo lo siento enorme y sin forma. Todavía no tengo ganas de hacer pis. Entra de nuevo el doctor. - ¿Qué tal está Joxemari? -me pregunta burlón. - Joxemari bien, sus primos aún dormidos. - Jejé -se rie-, no te los he quitado ¡eh! - Es lo primero que he comprobado -le respondo. - Te veo la semana que viene -y se aleja riendo. Se me escapa otro pedo y esta vez también me río yo. Un poco más tarde noto una lejana y ligera gana de hacer pis. Me concentro a tope, pero nada, se desvanece. Ya tengo las piernas totalmente despiertas y jugueteo mucho con ellas. La enfermera de nuevo me advierte de no se qué. El culo se me empieza a espabilar y eso me llena de júbilo. Llamo al timbre y suena como un silbato estridente. Enseguida llega la enfermera toda preocupada. Me señalo la pierna y le digo: - ¿No me iban a cambiar la venda? Oigo al de la cama de al lado pedir la cuña. ¡Ah no! -me digo-, yo tengo que marchar el primero. Me concentro y de nuevo parez que me vienen las ganas. - Lláma a la enfermera -le digo a Lur. Presiento que me odia porque se me acerca con cara de impaciencia. - Traígame otra cuña, que parece que ya me viene. - ¿Se puede levantar? -me pregunta. - Por supuesto -y me levanto jodiendo todo el tema del suero. Cuando me encamino al cuarto de baño le pregunto, inocente, al de la cama de al lado: - ¿Falsa alarma? Por fin he hecho pis. Vuelvo sonriente y triunfante. Le digo a la enfermera que me voy ya y ella no me cierra el paso aliviada. Cojo mis muletas camino al vestuario y me despido de mis compañeros con un: ¡suerte! Hasta luego. Ya estoy imaginando el pitu que me voy a echar en cuanto salga a la calle. Son ya la una y cuarto de la tarde. Nos montamos en el ascensor y le digo a Lur. - ¡Artrósis! (Fin)

martes, 17 de junio de 2008

HOY, EN CAMBIO, ME SIENTO MÁS CUÁNTICO.

Mi teléfono móvil me ha enseñado algo de mecánica cuántica. Para algo más tenían que servir. No concebía yo muy bien eso de que todas las posibilidades existieran, estuvieran ahí delante de nosotros con vida propia, tuvieran el valor de una especie de realidad común. Sólo cuando elegimos se transforman en la realidad subjetiva y observable, o medible, o consciente. Hasta entonces, permanecen en un estado de latencia existencial esperando a ser escogidas. Fuí a enviar un SMS y al escribir cada comienzo de palabra se me abría una ventana con varias palabras posibles que encajaran con ese comienzo. Si seleccionabas una de ellas, inmediatamente entraba a formar parte del texto. Esas posibilidades estaban ahí como una realidad objetiva y común. Al seleccionar una de ellas, la transformaba automáticamente en la realidad subjetiva que yo elegía y entraban a formar parte de mi vida, de mi propia experiencia. Por tanto, la realidad de cada uno, es lo que cada uno escoge. Lo que no escogemos y, sin embargo, entra a formar parte de nuestra experiencia (p. ej. que nos atropellen) no es otra cosa que la opción de los demás. ¡Dios mío, no seremos libres jamás! ¡Mecagüenlafísicacuántica!

lunes, 16 de junio de 2008

LA FÍSICA CUÁNTICA Y LA MADRE QUE LA PARIÓ.

Probablemente hoy no esté muy receptivo, tengo mis motivos, pero el documental no me ha gustado casi nada. En honor a la verdad no lo he terminado de ver y no sé si lo haré.
Respecto al contenido, me ha parecido un bombardeo, demasiado rápido, de ideas casi metafísicas y filosóficas. De conceptos arduos de tragar y, muchas veces, difíciles de entender a la velocidad que te los van administrando. Comparto el concepto de la realidad, la materia y las emociones. Sin embargo el concepto básico de la coexistencia de las posibilidades, no lo alcanzo a entender o a asumir. Me parece que necesito varias jornadas de reflexión. Hubiera sido más didáctica una exposición más pausada, con más argumentos, demostraciones y ejemplos. Sólo una de las entrevistadas me parecía buena docente. Los demás, pelín confusos. Es lo que tiene la sabiduría.
Pero lo que me menos me ha gustado es la historia paralela que ilustra (fatal) los contenidos. Me ha parecido hortera, cursi, horrorosa y exasperante. Muy propia de las producciones baratas de Europa central (aunque supongo que será made in Usa).
Lo dicho: un ladrillo en tol morro. Al menos eso me lo ha parecido hoy.

viernes, 13 de junio de 2008

Les coses de Nachín de Llanes (3)

El médico es un cachondo: alto, regordete, con bigote y unos cincuenta y muchos años. Una vez en su consulta estaba chupando con deleite una piruleta de fresa. Me pidió disculpas y se justificó diciendo que era diabético y se encontraba un poco bajo de azucar.
- ¿Qué tal? -me dijo asomando la cabeza por encima del arco separador.
- Bueno... -le contesté-. Aquí...
Pidió que le subieran la camilla y durante unos segundos se hizo el silencio. Yo mosqueado miré el monitor.
- Dáme luz -pidió a alguna enfermera.
De pronto se encendió la tele y ví una especie de cosa blanca rodeada de un líquido espeso y transparente que se mecía en calma. Flotando en ella se veían pequeñas partículas a modo de placton.
¡Hostias! el fondo del mar -pensé.
Por una esquina apareció una especie de hierro plateado, con la punta doblada en ángulo recto hacia abajo. Parecía el brazo mecánico de una grúa.
- ¿Ya estámos dentro? -pregunté en argot médico como si no fuera conmigo la cosa.
- Sí -me repondió el doctor.
- Pues no me he enterado.
Era alucinante, estaba viendo mis entretelas y el gancho hurgar y clavarse en ellas. No había nada de sangre, sólo el líquido senovial y el plácton.
El doctor movía el gancho por entre masas blancas, inspeccionando cuevas y tanteando paredes con la textura aparente de un albornoz algo deshilachado.
- Los meniscos están bien, los ligamentos también -recitaba distraidamente.
- ¿Y la osteonecrósis que salió en la resonancia? -pregunté en un eco.
- No se ve, está cubierta.
- Vaya por dios -me dije para adentro.
- Mira, está por aquí, es muy pequeña, ¿la ves?
- Sssi -mentí.
- La rótula está bien...
De repente se apaga la tele.
- Artrósis -sentencia el galeno.
- ¿Y el menisco? -pregunto perplejo- ¿Ya me lo habéis quitado?
- No, lo tienes mejor que yo. ¿Cuántos años tienes?
- El mes que viene cumplo cincuenta y dos -le contesto entre sorprendido y absurdo.
- Eres un crío.
- Ah, pues qué bien -digo por lo bajini.
Siento que me vuelven a levantar la pierna, me liberan de no se qué y empiezan a cubrírmela con algo. Qué jodidos, ya me han cosido y todo.
Me quitan el aro que servía de mampara e, incorporandome un poco, alcanzo a ver mi pierna ya vendada y mi pié totalmente dorado por el yodo o como se llame.
- ¿Entonces qué tengo? -pregunto con cara de idiota.
- Artrósis -vuelve a decir el médico categóricamente-. Por lo demás, la rodilla la tienes muy bien. Luego te explico.
Y se marcha tan campante.
Reflexioné: o sea que me han operado para quitarme el dolor de rodilla y la cojera que arrastro desde hace ocho meses y nada, artrósis. O sea que después de veinticinco años jugando al futbol, por fin me operan del menisco como a todo el mundo y nada, artrósis. ¡La madre que me parió!
Aún seguía con cara de gilipollas dándole vueltas al tema, cuando casi sin enterarme meten una cama al quirófano, me ladean, me ponen una especie de rampa por debajo de todo mi costado y me deslizan suavemente en la cama.
¡Artrósis! -mascullé enfadado mientras salíamos del quirófano.
(Continuará)

jueves, 12 de junio de 2008

Les coses de Nachín de Llanes (2)

¿CULO O CODO?
Eran las ocho y veinte. Entré al quirófano andando como un torero. No era muy bonito: tenía algún que otro desconchado y el suelo no brillaba como una patena, pero se veía limpio (sólo faltaba).
Me subí con alguna torpeza a la diminuta camilla y enseguida me empezaron a rodear tres enfermeras con la mascarilla puesta.
Una me preguntó a ver cuál era la pierna a operar y yo, marcando mucho el gesto para que no hubiera dudas, le señalé la izquierda (ahora ya sabeis de qué pié cojeo), me dibujó una enorme y tosca cruz verde y se fue a por la maquinilla de afeitar: una Gillete desechable, ¡qué poco profesional! -pensé.
Mientras, la segunda enfermera me ponía, el tensiómetro, el suero, las plaquitas del electro y el dedal del pulso.
La que yo creí que era la tercera enfermera se me presentó como anestesista.
- Por favor, haga bien su trabajo -le supliqué con una sonrisa traviesa.
- Por supuesto -me contestó riendo.
- ¿Cuándo me ponga la anestesia no podré mover los pies, verdad?
- No, claro.
- Es por si con esta música de fondo me da por llevar el ritmo.
- No se preocupe -volvió a reir.
Me relajé y les dejé hacer.
- No sé si empezar ya - se preguntaba la anestesista.
- Todavía no ha llegado el doctor -contestó la barbera-, voy a llamarle.
- Estará en un atasco... chof..chof (pinceladas de yodo) -terció la de los aparatos.
- Ya está aparcando -volvió la primera.
- Entonces empiezo -decidió la anestesista- ¡Siéntese!
La barbera, que era la más veterana, me cogió por los hombros con fuerza y me giró la cabeza con maestría hacia un lado.
- Esto si que es una buena llave de lucha libre -alcancé a balbucear.
Las tres rieron.
La inyección entró en la medula sin prisa pero sin pausa. Me dolió un poquitín.
Me ayudaron a tumbarme y empecé a notar una fuerte presión en mi brazo izquierdo: el tensiómetro que ya estaba trabajando. No sabía que se hinchaban automáticamente. Espero que no falle -pensé-, no sea que me estalle el brazo y lo ponga todo perdido.
Miré hacia mi izquierda y vi un monitor: 75 pulsaciones y 12/8 de tensión. Bien.
La anestesista me dice que a través del suero me va a poner un sedante que me atontará un poco. Ya empiezo a notar los pies dormidos. ¿Si me hago una cruz con saliva en la pierna se me despertarán? Rehuso a hacer el comentario en voz alta porque adivino que no voy a poder articular las palabras. Es el sedante ¡Mierda! ¿No voy a poder hablar durante la intervención?
A estas alturas, ya estoy dormido de medio cuerpo para abajo. Intento mover los pies pero no puedo. Es una sensación curiosa y algo angustiante. ¿Sentirán lo mismo los tetrapléjicos?
Noto que me levantan la pierna y me la rodean y sujetan con algo que no alcanzo a ver.
Luego me colocan un aro de hierro recubierto de cinta negra, para colocar después una sábana verde. Ya no veo nada.
- ¿No voy a poder ver cómo me operais? -protesto debilmente.
- No es para que no veas, es para separar la zona estéril de la no estéril -responde la veterana, señalando bien las dos zonas.
Qué chorrada -pienso-, a mí me la van a dar...
- Puedes seguir la operación a través de este monitor.
Y me acerca a la izquierda una tele apagada, sin carta de ajuste siquiera. Para verla tengo que levantar y ladear un poco la cabeza. Es incómodo y como no empieza la programación vuelvo a mirar el monitor de mi derecha: 61 pulsaciones y 11/7 ¡Joder con el sedante!
Apagan la música ambiental a la que apenas presté atención.
- Buenos días -dice el doctor al entrar.
(Continuará)

Les coses de Nachín de Llanes (1)

Míra tú que ayer a las ocho de la mañana ya estaba frente a la soñolienta y seca recepcionista,
recién duchado-afeitado y estrenando gallumbos y camisa.
- Buenos días, que me vengo a operar.
- Déme sus datos y espere allí a que le llamen.
- Voy a salir a echar un pitu -le dije a Lur- avísame si llaman.
Y nada, dos caladinas y veo a Lur corriendo hacia mi, haciéndome señas. Un celador de blanco y p'al ascensor.
Paramos en el tercero y nos llevan a una salita de espera.
- Buenos días -les dije en tono solidariamente corporativo. Éramos tres hombres con un acompañante cada uno.
Me repanchingué en una silla incómoda y casi al momento se oyó:
- ¿Nachín de Llanes?
- Voy
a mi espalda escuché una semi queja:
- Jodé, llega el último y le llaman el primero.
Pensé que eso era una suerte relativa, pero me alegré.
Me llevan a una especie de vestuario, me dan la llave de una taquilla y me explican que tengo que quitármelo todo menos los calzoncillos. La amable enfermera me dice que me ponga una bata verde y unas calzas del mismo color.
Me desnudo, me pongo las calzas y me vuelvo loco para ponerme la especie de bata. ¿Lo abierto p' atrás o p'alante? ¿le doy una vuelta al cinto o me lo ato a la espalda? ¿hago una lazada o un doble nudo?
Luego vino lo de guardar la ropa en la taquilla. Doblo el pantalón en la única percha que había y empieza a caerme toda la calderilla por el suelo. ¡Hála, a tomal pol culo la pandereta! Me la guardo en el bolsillo de la camisa y entonces me caé la cartera del bolsillo trasero del pantalón. -¿Pero esto qué ye? ¡mecagonsusmuertos!
Ya por fin cierro la taquilla y me asomo a la ventana a esperar a la enfermera. Aunque la mañana está muy gris y cae un fino orbayu, la vista es preciosa: ¡El cementerio de Polloe!
- Cojonudo -digo en voz baja.
- ¡Hale, vámos! -dice la enfermera, que acaba de abrir la puerta.
(Continuará).

sábado, 7 de junio de 2008

¿POR QUÉ EL TIEMPO VA DISCURRIENDO MÁS DEPRISA?

Nunca he entendido muy bien el concepto "tiempo". En realidad no sabría decir si existe, o se trata de un convencionalismo consensuado. En cualquier caso, es una gran verdad aquello de que el tiempo vuela. Sobre todo a partir de ciertas edades. Quién no recuerda los largos inviernos de la infancia; Qué largos los primeros diez años de vida y qué cortos los diez últimos. La Academia dice que el tiempo es la duración de las cosas sujetas a mudanza... La mecánica clásica habla de un tiempo absoluto, nunca relativo, siempre igual para todos... La cuántica relativista sostiene que le tiempo es subjetivo en función del observador... Lo cierto es, en mi opinión, que los relojes y los calendarios forman parte del tiempo absoluto. Son hitos externos y comunes que jalonan la vida cotidiana. Del mismo modo que antiguamente se medía el tiempo en función de acontecimientos objetivos y comunes: las estaciones del año, el amanecer, las mareas, las épocas de lluvia, las lunas, etc. Otra cosa bien distinta sería si prescindiéramos de todas esas pautas establecidas y dividiéramos el tiempo en sucesiones de acontecimientos propios y, por tanto, subjetivos. ¿Por qué a unos se nos hace un viaje más largo que a otros? ¿Por qué, por lo general, los viajes de regreso se hacen más cortos que los de ida? ¿Dependerá de las expectativas de cada uno, de lo entretenido que uno esté, de las motivaciones que uno tenga...? ¿Tendrá algo que ver la ansiedad? ¿Por qué a los aficionados de un equipo de fútbol que va ganando el partido se le hacen eternos los últimos minutos de juego, mientras que a los del equipo rival les pasa lo contrario? Con la edad, los acontecimientos externos nos van preocupando menos y, en cambio, tomamos más conciencia de lo nuestro, de lo que le pasa a cada uno, de lo que tenemos muy cerca. También con la edad nos van pasando menos cosas. Es inmensa e incomparable la cantidad de eventos individuales que se suceden en nuestra infancia, frente a lo que más adelante nos acontece. ¿Será porque estamos menos motivados, más aburridos? Creo que no: cuanto más entretenido estás, más rápido se te pasa el tiempo. Y sin embargo, los ancianos se aburren y el tiempo les pasa en un suspiro... Creo que el tiempo (relativo) discurre más rápido cuando está jalonado por menos hitos, o acontecimientos, o expectativas . Por ahí debe ir el tema. Estamos matando el tiempo sin darnos cuenta de que es el tiempo quien nos está matando. Siento que estepuñeteroblog no respete mis puntos y aparte, ni el formato de párrafos. Es un auténtico coñazo. Si alguien sabe cómo solucionar esto, que me lo cuente, porfa.

martes, 3 de junio de 2008

"Marilurdes"

Ya está el "Marilurdes" en Youtube. Os dejo aquí el enlace y os agradecería que lo difundierais.
Gracias.