martes, 29 de julio de 2008

PRAHA

¡Maldito sea el puñeterotrabajodeloscojones que me impide, de momento, contaros un viaje inolvidable y divertido!
En cuanto me libere de las prisas de fin de mes/víspera de vacaciones os lo contaré.
De momento, os adelanto que mi mayor alegría ha sido la victoria de la voluntad de comunicación sobre las barreras lingüísticas.
Ha sido mi segundo viaje al extranjero. El primero fué cuando, recién cumplidos los dieciocho años, con muy poca pasta y la guitarra a la espalda, fuí haciendo dedo a Paris. No estuvo mal.
También os adelanto que, a partir del viaje, domino a la perfección la lengua Checa y la Inglesa, de las cuales no sabía nada cuando partimos hacia Praga.... jejeje... ya os contaré.
Prosim male pivo fué mi frase favorita.

domingo, 20 de julio de 2008

EL CAMBIO DE PARADIGMA.

Una importante ejecutiva de una importante empresa multinacional, llegó al aeropuerto para coger su vuelo. Como tenía tiempo de sobra, compró en una tienda unas galletas y un periódico.
Una vez en la sala de embarque, se sentó frente a una mesita y se puso a leer el diario.
Al rato, notó que un caballero entrado en edad se había sentado a su lado.
Cerró el periódico mientras cogía una galleta de la cajita que había dejado encima de la mesa.
Observó, mientras volvía a su lectura, que su vecino de asiento le miraba mientras cogía una de sus galletas. Se quedó sorprendida, pero no le dió mayor importancia dada la avanzada edad del caballero en cuestión.
Un minuto después se repitió la escena. Esta vez se indignó un poco y lanzó a su vecino de asiento una mirada de reproche.
La situación volvió a repetirse varias veces: Cada vez que ella cogía una galleta, el anciano cogía otra.
Su indignación iba en aumento.
Por fin quedó sólo una galleta. La ejecutiva vió con asombro que el caradura del anciano la cogía, la partía por la mitad, se comía una de las partes y le dejaba la otra para ella.
En ese instante llamaron para el embarque y la ejecutiva dió por zanjado el sunto.
Minutos más tarde, cuando ya en el avión se dispuso a ubicar su equipaje de mano, se dió cuenta de que en la bolsa de plástico donde llevaba su periódico, estaba intacta la cajita de galletas que había comprado.

miércoles, 9 de julio de 2008

ME ENCANTA LA SOPA

Me gusta la mar, porque es como una sopa de pescado sin cocinar.
También me gusta porque suena de muchas maneras y es transparente y azul, o verde, a veces, según le dé.
Me gusta cuando no se ve la otra orilla, la de enfrente, la que está habitada por personas que se hacen la misma pregunta: ¿me estará mirando ahora alguien desde el otro lado.
No me gusta que sea profunda porque padezco de vértigo. Tampoco me gustan las marejadas porque se desordena mucho aquello. Odio que desde los barcos meen en mi sopa de pescado sin cocinar.
Me encanta ver llover en ella porque es como verla comer. ¡Qué bien me come, a veces, mi sopa de pescado sin cocinar.
Las tormentas que la crujen son también bonitas, y los relámpagos enfriándose en ella, y el tronar avanzando millas sobre su lomo.
Me parece precioso cuando se coloca peinetas de arcos de iris.
Me gusta que no se vaya nunca. Me gusta porque puedo mirarla sin cansarme. Me gusta porque me quedo en silencio (me gusta el silencio) y pienso en cosas dispares.
Me gusta que el viento la rize y me salpique de salitre. Me gusta como huele.
Disfruto encima de ella, disfruto debajo de ella oyendo mi respiración.
Me encantan sus charcos de bajamar, porque son como niños que deja unas horas en la guardería de la playa.
Son bonitas las puntillas de encaje que deja en la arena mi sopa de pescado sin cocinar.
Me gusta que me despabile. Que me arrulle con nanas tenues y frescas.
Me gusta su puntualidad a la hora de cambiar los paisajes litorales, las accesibilidades que nos deja y su grandeza intrínseca y apabullante.
El día que suframos un calentamiento terrible y global, podremos comer sopa de pescado cocinada. Casi prefiero una Vichisoisse.

martes, 1 de julio de 2008

Mocina dame un besín

Mocina dame un besín
pa guardalu hasta que vuelva,
que quiero facer con él
una medalla y ponela.
Y besala toas les noches
pa besate a tí con ella.
Mocina dame un besín
qu' estoy morriendu de pena.
¿Por qué? dime por qué.
¿Por qué cierres los güeyinos,
morena, cuando me besas?
Cuando esté lejos de aquí,
piensa siempre en mí, mio neña
y acuárdate del besin
que me diste na verbena.
Sécate eses lagrimines
con el pañuelín de seda,
luego dime adios con él
y guárdalu hasta que vuelva.
¿Por qué cierres los güeyinos,
morena, cuando me besas.
No sé quién es el autor, pero la mejor versión es sin duda la del tenor Juan Pixan.