domingo, 25 de mayo de 2008

Sueño de otoño.

La campana del asilo me avisó de que era hora de regresar. Más allá de los castros de Poo se podía ver ya el cielo atormentado. La mar empezaba ya a fundirse en plomo y el viento gallego la coronaba de borreguitos.

Noté algo de fresco cuando comencé a bajar por entre las desnudas higueras del paseo de San Pedro. Así es el otoño, que cambia el bullicio por el crujir de hojas y el escalofrío incómodo.

No quise hacer ruido al entrar. Cerré la puerta despacito acomodándola con suavidad en su dintel.

Vi luz en el cuartito de estar y supuse que estaría allí: como siempre, frente a la mesa camilla, con sus recuerdos, sus recreaciones y algún que otro vago suspiro. No me oyó llegar, así que me aproximé con sigilo, no fuera que estuviera durmiendo.

Por encima de su cansado hombro, acerté a leer algo que escribía:

"La campana del asilo me avisó de que era hora de regresar. Más allá de los castros ..."

3 comentarios:

Misántropo dijo...

Otro al que no le gustan los bucles.

Para otoño, lo que nos cae encima esta primavera.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Muy hermoso. Manolito

Anónimo dijo...

¡Pero como me gusta como escribes!.
Pasión de madre, será.
Lur