
A las ocho recibo un sopapo
de radio que no me agrede,
pues estaré contigo.
Más tarde deslizo la Gillette
como el que esquía con precaución,
y me acuerdo de tu piel,
puro nácar caliente.
Después viene la sirena de la fábrica
que destroza expectativas
y rompe esquemas triviales
que aún no me atrevo a construir.
Pero volveré a tu lado.
Me alimento de ti a las dos y cuarto.
dejándome ganar por tu voz completa.
Y otra vez la sirena que me aleja de tus ojos;
Y otra vez a pensar en tu boca que no está;
Y otra vez que veo tu alma
como un santuario en la jungla,
como un reducto para héroes
que saben estar.
A las siete te abrazo.
A las nueve menos veinte
te empiezo a echar de menos y te beso.
Te alejas en un diecisiete estricto
que sólo me deja verte pasar entre ventanillas.
A las diez no se cómo cortar el vínculo técnico,
esas manitas que nos hacemos a lo lejos.
Luego viene el dejar las armas,
el desvestirse sin pudor por el hábito,
el carpetazo a tu cuerpo y tu palabra
y la recalcitrante ruleta
del sueño que no resuelve.
Sn.Sn. 15-11.08
4 comentarios:
¡Que bonito pensar que no te importa que suene el despertador!, je je.
Y al bus 17 habrá que leerle la cartilla, hombre.
Preciosa/o.
Besos desde mi fábrica.
Lurdes
te recuerdo Amanda?
Si, Laurita, me he inspirado en esos preciosos versos.
Nun ye por criticate, pero no estás algo vaguete?
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