jueves, 12 de junio de 2008

Les coses de Nachín de Llanes (2)

¿CULO O CODO?
Eran las ocho y veinte. Entré al quirófano andando como un torero. No era muy bonito: tenía algún que otro desconchado y el suelo no brillaba como una patena, pero se veía limpio (sólo faltaba).
Me subí con alguna torpeza a la diminuta camilla y enseguida me empezaron a rodear tres enfermeras con la mascarilla puesta.
Una me preguntó a ver cuál era la pierna a operar y yo, marcando mucho el gesto para que no hubiera dudas, le señalé la izquierda (ahora ya sabeis de qué pié cojeo), me dibujó una enorme y tosca cruz verde y se fue a por la maquinilla de afeitar: una Gillete desechable, ¡qué poco profesional! -pensé.
Mientras, la segunda enfermera me ponía, el tensiómetro, el suero, las plaquitas del electro y el dedal del pulso.
La que yo creí que era la tercera enfermera se me presentó como anestesista.
- Por favor, haga bien su trabajo -le supliqué con una sonrisa traviesa.
- Por supuesto -me contestó riendo.
- ¿Cuándo me ponga la anestesia no podré mover los pies, verdad?
- No, claro.
- Es por si con esta música de fondo me da por llevar el ritmo.
- No se preocupe -volvió a reir.
Me relajé y les dejé hacer.
- No sé si empezar ya - se preguntaba la anestesista.
- Todavía no ha llegado el doctor -contestó la barbera-, voy a llamarle.
- Estará en un atasco... chof..chof (pinceladas de yodo) -terció la de los aparatos.
- Ya está aparcando -volvió la primera.
- Entonces empiezo -decidió la anestesista- ¡Siéntese!
La barbera, que era la más veterana, me cogió por los hombros con fuerza y me giró la cabeza con maestría hacia un lado.
- Esto si que es una buena llave de lucha libre -alcancé a balbucear.
Las tres rieron.
La inyección entró en la medula sin prisa pero sin pausa. Me dolió un poquitín.
Me ayudaron a tumbarme y empecé a notar una fuerte presión en mi brazo izquierdo: el tensiómetro que ya estaba trabajando. No sabía que se hinchaban automáticamente. Espero que no falle -pensé-, no sea que me estalle el brazo y lo ponga todo perdido.
Miré hacia mi izquierda y vi un monitor: 75 pulsaciones y 12/8 de tensión. Bien.
La anestesista me dice que a través del suero me va a poner un sedante que me atontará un poco. Ya empiezo a notar los pies dormidos. ¿Si me hago una cruz con saliva en la pierna se me despertarán? Rehuso a hacer el comentario en voz alta porque adivino que no voy a poder articular las palabras. Es el sedante ¡Mierda! ¿No voy a poder hablar durante la intervención?
A estas alturas, ya estoy dormido de medio cuerpo para abajo. Intento mover los pies pero no puedo. Es una sensación curiosa y algo angustiante. ¿Sentirán lo mismo los tetrapléjicos?
Noto que me levantan la pierna y me la rodean y sujetan con algo que no alcanzo a ver.
Luego me colocan un aro de hierro recubierto de cinta negra, para colocar después una sábana verde. Ya no veo nada.
- ¿No voy a poder ver cómo me operais? -protesto debilmente.
- No es para que no veas, es para separar la zona estéril de la no estéril -responde la veterana, señalando bien las dos zonas.
Qué chorrada -pienso-, a mí me la van a dar...
- Puedes seguir la operación a través de este monitor.
Y me acerca a la izquierda una tele apagada, sin carta de ajuste siquiera. Para verla tengo que levantar y ladear un poco la cabeza. Es incómodo y como no empieza la programación vuelvo a mirar el monitor de mi derecha: 61 pulsaciones y 11/7 ¡Joder con el sedante!
Apagan la música ambiental a la que apenas presté atención.
- Buenos días -dice el doctor al entrar.
(Continuará)

1 comentario:

Anónimo dijo...

CODO, CODO. (Creo)
Lur