jueves, 5 de marzo de 2009

OLAS

¿A qué viene la mar cada día? ¿A quién busca que no encuentra?
Me asomo a la ventana de vigilar mareas. Es temprano y hace un frío de bigote. No sé con exactitud a qué bigote me refiero, pero hace mucho frío. Hace un rato granizó, que es como llover demasiado o nevar en un quiero y no puedo. Ahora no llueve.
En la playa, en la parte de la mar más cercana a la arena, se extiende una cordillera de olas blancas que ocupa el litoral que alcanzo y cerca de cien metros hacia la cinta de la mar.
Son olas recalcitrantes, olas entre enfadadas y tercas, olas hordas. No sé qué buscan, pues siempre se quedan impotentes y reculan como para tomar un impulso casi siempre inútil. Son olas desordenadas, olas rabiosas, olas que abren la boca y se tragan así mismas en un gesto
inconsciente y desesperado.
Más tarde se retirarán deprimidas a planificar un nuevo secuestro de arenas, una nueva invasión sin objetivos ni ideario, un nuevo acto de inmolación consecuente a su irracionalidad.
Al fin y al cabo son olas, un puñado de olas en constante regeneración, una masa de agua que muta cada día y que sólo engulle barcos y marineros.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

y luego se convierte en nuevo germen de vida, llena de alimento, de oxigeno, de todo lo necesario para que de ella surja un nuevo mundo.
vaya cómo madrugas, bigotes...
menudo rollo te metí ayer, veo.

hacefalta dijo...

Jajaja... pues sí.

Anónimo dijo...

Y el respeto que impone cuando está así.
Muy bonito el texto.
Besos,
Lur